Esperanza ante la pérdida
Esperanza ante la pérdida

Esperanza ante la pérdida

Por Keyla Rodríguez

Luego de 7 años de haberme convertido en madre quede embarazada por segunda vez. Había estado orando por la oportunidad de ser madre nuevamente, y Dios contestó mi oración. Solo que de una manera inesperada.

Este embarazo se sentía diferente. En algunas ocasiones pensé que estaba siendo pesimista y que estaba preparándome para lo peor. Pero la realidad era que tenía un corazón resuelto y expectante por ver la bondad de Dios de cualquier manera, incluso ante una pérdida. Suena extraño, pero estoy convencida de que Dios mismo había estado preparando mi corazón para lo que sucedería… un aborto espontáneo a las 6 semanas de embarazo.

Había escuchado algunas historias de mujeres conocidas que habían experimentado la pérdida un embarazo. Pero esta vez me tocó a mí. El dolor y la debilidad que experimenta cada mujer es única y personal. Cada historia es diferente, pero todas comparten la misma tristeza – brazos vacíos y un corazón roto.

Sin embargo, en Cristo no estamos solas ni somos olvidadas. Nuestro Salvador está junto a nosotras en cada paso del camino. Hoy quiero compartir contigo las verdades a las cuales ancle mi corazón mientras atravesé por la pérdida de mi segundo embarazo. Estas verdades fueron “una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” (Salmos 119:105, DHH). Deseo que al meditar en ellas recibas gran consuelo y que ese consuelo provoque que tu corazón bendiga el nombre del Señor.

1. Dios gobierna

“Entonces recuerda lo siguiente y tenlo siempre presente: el SEÑOR es Dios en los cielos y en la tierra, y no hay otro.”Deuteronomio 4:39, NTV

“Dios gobierna” era lo que repetía en mi cabeza una y otra vez mientras estaba sentada en la sala de espera de la oficina de mi doctora. Tenía un fuerte dolor en mi abdomen, espalda y caderas, y había comenzado a sangrar. Me dolía sentarme, me dolía caminar, y estaba muy nerviosa. Los minutos me parecían horas. Hasta que finalmente me llamaron a pasar al cuarto de sonograma. Me preparé y me acosté sobre la camilla. El cuarto estaba frío y a mi lado estaba sentado mi esposo. Ambos nos mirábamos en silencio, pero firmemente decididos a apoyarnos el uno al otro.

La enfermera llegó al cuarto y comenzó a hacer el sonograma. Ella estuvo muy callada. Delante de mí había una pantalla donde podía ver la imagen del sonograma y mientras la miraba a recordaba la imagen del sonograma en mi primer embarazo. Tristemente no se parecía en nada a lo que estaba viendo esta vez… un lugar oscuro y vacío.

“Dios gobierna” era lo que seguía repitiendo en mi cabeza mientras me vestía nuevamente y me preparaba para ver a la doctora. Necesitaba reconocer y reflexionar en la verdad de que en medio de la situación que estaba atravesando Dios seguía gobernando sabiamente. Esta verdad me ayudó a poner y afirmar mi confianza en el Señor cada vez tenía miedo (Salmo 56:3), ¡y eso fue muy a menudo!

2. Dios está cercano

“El Señor está cerca de los que tienen quebrantado el corazón; él rescata a los de espíritu destrozado.” Salmos 34:18, NTV

Ese día la doctora me examinó y me explicó las posibilidades según el panorama. Luego me envió a casa a descansar, mientras esperábamos los resultados de los exámenes que me habían hecho. Cuando llegué a la casa, mi esposo y yo hablamos de cómo nos sentíamos. Hablamos de las posibilidades de un milagro o un error que pudiera cambiar el panorama y nos devolviera la ilusión de que había vida en mi vientre. También hablamos de lo que haríamos ante la confirmación de un aborto espontáneo y luego oramos juntos.

Mi corazón estaba decidido a enfrentar la situación porque confiaba que Dios estaba conmigo. Tal confianza no la podía producir yo misma. Estaba débil y adolorida. ¡Cristo! ¡Era Cristo en mí! ¡Mi Dios y Salvador conmigo!

Unos minutos después recibí la llamada de la oficina de la doctora para confirmar el aborto espontáneo e informarme del proceso físico que iba a experimentar durante los próximos días y semanas. ¡Al terminar la llamada lloré, lloré mucho! ¡Yo quería tener ese bebé!

Mi corazón estaba quebrantado y fue ahí donde la verdad de que el Señor está cerca de los quebrantados de corazón vino a mi memoria, cobro vida,  y me consoló grandemente.

3. Dios es mi ayudador

“No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa.” Isaías 41:10, DHH

Las siguientes semanas fueron agotadoras. Fisicamente fue como una labor de parto. La cama y el baño fueron mis lugares más frecuentados. Estaba experimentando el abrupto cambio de mi cuerpo que me decía que no había una vida formándose dentro de mi vientre. En cuanto a mi estado mental y emocional, no encuentro palabras para describir como me sentía. Estaba sufriendo.

En mi agotamiento buscaba una y otra vez al Señor. Sabia que Él estaba conmigo y yo quería estar con Él. Así que continuamente clamaba por Su ayuda. Porque “Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza; nuestra ayuda en momentos de angustia” (Salmos 46:1, DHH).

Específicamente ancle mi corazón a Isaías 41:10. Esta promesa produjo en mi gran esperanza, porque es Dios mismo hablando a su pueblo, ese pueblo al que yo pertenezco gracias a Cristo (2 Corintios 1:20), y diciéndole “Yo estoy contigo”, “Yo te doy fuerza”, “Yo te ayudo”, “Yo te sostengo”.

¡Qué dulce promesa para mí en los momentos que me quedaba sola en la casa, porque mi esposo tenía que ir a trabajar! ¡Qué dulce promesa cuando me sentía débil! ¡Qué dulce promesa en mi necesidad! ¡Qué dulce promesa cuando pensaba que podía desmallar!

4. Dios es bueno conmigo

“Hubiera yo desmayado, si no hubiera creído que había de ver la bondad del SEÑOR en la tierra de los vivientes.” Salmos 27:13, LBLA

Como dije al principio, estoy convencida de que Dios había estado preparando mi corazón para enfrentar esta pérdida. Por lo que resolví estar atenta para ver Sus bondades ante cualquier cosa que sucediera. Claro que esto no se da naturalmente. Hay que entrenar el corazón.

Es muy fácil caer en la mentira de que Dios no es bueno con nosotras cuando no nos da lo que queremos o nos quita algo que valoramos. Nuestros corazones pueden endurecerse y llenarse de amargura e ingratitud. Por lo que “Dios es bueno conmigo” era lo que le recordaba a mi corazón constantemente.

Me propuse estar atenta a su obrar a mi favor desde los más pequeños detalles que pueden pasar desapercibidos como:

  • El amable servicio del personal médico que me atendió durante esta situación.
  • Conocidos, amigos, y hermanos en la fe que nos enviaron mensajes de ánimo, y muchos de ellos nos hablaron por teléfono, para mostrarnos que pensaban en nosotros, y oraban por nosotros.
  • Hermanos en la fe que nos visitaron para animarnos, unos días después de haber conocido que había perdido el embarazo. Ellos llegaron en el momento apropiado, justo cuando estaba lista para estar en comunidad.
  • Una iglesia local que se convirtió en un refugio de amor, y solidaridad.

Solo un Dios bueno conmigo orquesto estas y muchas cosas más para mí en medio del sufrimiento.

5. Bendito sea el nombre de Señor en todo tiempo

“El Señor dio y el Señor quitó; Bendito sea el nombre del Señor.” Job 1:21, NBLA

En medio de la incertidumbre y aflicción, mi esposo y yo recordamos lo que dice Job 1:21. Decidimos bendecir el nombre del Señor ante la pérdida y el sufrimiento. Sí lloré y me entristecí profundamente, pero también me humillé ante Dios y le alabé porque Él es digno. Tengo que decir, ¡qué gran alivio trajo a mi corazón poder alabarle en medio del sufrimiento! ¡Qué bendiga nuestra alma al Señor y no olvide ninguno de sus beneficios! (Salmos 103)

Querida hermana, si estas pasando o has pasado por el terrible dolor de perder un embarazo aférrate a Su palabra y ancla tu corazón a ella, será una lampará a tus pies y una luz en tu camino (Salmos 119:105). ¡Bendice Su nombre porque Él es digno! Hay esperanza para nosotras… “Él sana a los de corazón quebrantado y les venda las heridas” (Salmos 143:7, NTV), y “nos consuela en todos nuestros sufrimientos, para que nosotros podamos consolar también a los que sufren, dándoles el mismo consuelo que él nos ha dado a nosotros” (2 Corintios 1:4, NBLA).