El Dios que te ve

Por Elena Maldonado

El tema de la maternidad es uno que trae alegría para algunas mujeres. Para otras
mujeres, especialmente para aquellas que por distintas razones no han podido ver cumplido su deseo de concebir o dar a luz, es motivo de tristeza.

Aunque hoy en día gozo de la bendición de ser mamá de mis hermosos gemelos, en una etapa de mi vida escuchar la palabra maternidad me afligía. Esto principalmente porque no quedaba embarazada cuando no había ningún problema de fertilidad en mi esposo o en mí que lo impidiera.

El Señor que ve y escucha la aflicción

Dios vio las innumerables ocasiones donde mi corazón se consumía en dolor por cada
prueba de embarazo negativa. Estuvo conmigo cuando me entristecían las preguntas y
conclusiones de algunos del porqué mi vientre no producía fruto. Fue amable y tierno aun
cuando permití que la maternidad redefiniera mi identidad como mujer, como esposa y como hija de Dios.

Mi actitud en ocasiones no fue la mejor para serte honesta. Me invadieron los celos y se
amargó mi espíritu. Declaraba Su soberanía con mi boca, pero dudaba en mi corazón de Su bondad. Agradecida estoy que la gracia de mi Señor Jesucristo fue más grande que mi frustración y falta de fe en Su plan.

El Señor fue compasivo y no me trató conforme a mi pecado ni me pagó según mi maldad (Salmos 103:10). Dios fue paciente conmigo y siempre fiel a Su promesa la cual afirma que el Señor está cerca de los que tienen quebrantado el corazón; él rescata a los de espíritu destrozado (Salmo 34:18). El Señor me vio en mi angustia e indudablemente sé que no solo te ve, sino que también escucha tu aflicción.

Dios te ama y te abraza en tu angustia

Dios te ama y aunque suene repetitivo, te lo diré otra vez, Él te ama y te abraza en tu
angustia. Es más, detente un momento y díselo a tu alma: Dios me ama y como me ama, sé que Él dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito (Romanos 8:28). Tu confianza en tu Padre bueno y perfecto es esencial en todo momento, y hoy no es la excepción.

El enemigo gana terreno en nuestras aflicciones cuando dejamos de confiar en que Dios
siempre ha tenido el control de cada asunto en nuestra vida. Él quiere que creas la mentira de que Dios ha retenido de ti su bondad y misericordia porque no ha permitido que cargues un bebé en tu vientre o sostengas en tus brazos a una personita que te llame mamá. Amada, el Señor es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus obras (Salmo 145:17).

Trae perspectiva bíblica a tu situación

Traer perspectiva bíblica a tu situación es importante. Su palabra obra en nosotras a través del Espíritu Santo quien hace que los ojos de nuestras circunstancias sean abiertos a la realidad de Dios y su plan.

Cuando comprendemos bíblicamente que Dios es el autor de la maternidad, nuestra visión de ésta se amplía. Entenderemos pues, que no se trata de nosotras, sino de que Cristo sea exaltado y dado a conocer en la Tierra. Como diría Gloria Furman, “La maternidad o la crianza no es sólo un llamado para las mujeres que tienen hijos biológicos o adoptivos. La maternidad es un llamado para todas las mujeres. Toda mujer cristiana está llamada a la maternidad espiritual y de hacer discípulos a todas las naciones”.

Beneficios de una perspectiva bíblica

1. Te ayuda a discernir la verdad de la mentira en relación con la maternidad

Algunos círculos cristianos suelen promover la idea de que el llamado más valioso que una mujer puede tener es el ser madre. La realidad es que el más alto llamamiento de un creyente sea mujer o hombre, es el siguiente: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente” le respondió Jesús. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a este: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37-39). En cuanto a la feminidad, su objetivo más alto no es la maternidad sino el ser conformada a la imagen de Dios (Gloria Furman).

          En las consejerías prematrimoniales en ocasiones no se prepara a los futuros esposos para lo inesperado. Se da por sentado que la pareja procreará y tendrán todos los hijos que se propongan tener. Erróneamente se les enseña que los hijos serán el sello del pacto matrimonial y que no se es una familia hasta que estos lleguen a completarla.

          Los hijos ciertamente son una bendición del Señor (Salmos 127:3-5a). Pero sería antibíblico pensar que los hijos son quienes unen, solidifican o completan el matrimonio. Solo Dios tiene el poder de hacerlo y Él no necesita intermediarios para llevar la tarea a cabo. Así que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre (Mateo 19:6).

          La Palabra no promete que cada creyente tendrá hijos de manera biológica, y cuando se
          tienen, es por voluntad de Dios. “Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón” (Génesis 4:1, RV1960). Para algunas parejas, los hijos llegarán a sus vidas a través de la adopción. Causa de mucha estima para Dios.

          Por las Escrituras podemos tener convicción, por fe en Cristo de que, pese a pronósticos o
          diagnósticos, si en Su voluntad Dios ha dicho que tendrás hijos de manera biológica, lo verás hecho. Porque para Dios no hay nada imposible (Lucas 1:37). Sino ocurre como lo has pedido quiero recordarte que la voluntad de Dios sigue siendo buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2). Es Dios quien te define como mujer. En Él se encuentra tu identidad, no en la maternidad.

          2. Expone tu corazón a ser examinado por Dios.

          Nada hay tan engañoso como el corazón (Jeremías 17: 9a). Puede dirigirte a codiciar la maternidad al punto de sentirte insatisfecha. Dios no quiere que tu deseo de ser madre se vuelva un ídolo que ocupe el lugar que solo a Él le pertenece en tu vida. Es por eso que tenemos que ir a la palabra diligentemente para que Dios examine y apunte nuestro corazόn a su voluntad.

          Si entiendes que el Espíritu Santo te está hablando en relaciόn a esto, ora, arrepiéntete y
          ríndete a Sus designios. Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja halla perdón (Proverbios 28:1). Dios no desprecia al corazón quebrantado y arrepentido (Salmo 51:17b). Permítele al Señor renovar y llenar tu mente de Su verdad.

          3. Te prepara para sufrir bien mientras descansas en Su soberanía

          La Biblia nos prepara para enfrentar las aflicciones con la ayuda de Dios, no a evadirlas. En la palabra de Dios se encuentran todas las promesas que necesitamos para glorificarle en los días buenos y en los difíciles.

            Un creyente sufre bien cuando logra comprender que aquello que le inflige dolor está en las manos de Dios y que Él permite pruebas de ser necesario y en la medida que las puede soportar, con el fin de fortalecer su fe. En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso (1Pedro 1:6-8).

            Contentamiento es el resultado de tener un enfoque bíblico y correcto del sufrimiento.
            Contentamiento es una práctica consistente en el creyente de traer a su memoria las bondades de Dios en el pasado y la afirmación de estas con gratitud en su presente. Como lo hizo el salmista, prefiero recordar las hazañas del Señor, traer a la memoria sus milagros de antaño. Meditaré en todas tus proezas; evocaré tus obras poderosas (Salmo 77: 11-12).

            Es posible hallar gozo y plenitud en Cristo en esta temporada de tu vida cuando descansas en Su soberanía. Mientras esperas en Dios y su buena respuesta a tu situación, se diligente en practicar lo siguiente: Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús (1 Tesalonicenses 5:16-18).