Maternidad: Alégrate con las que se alegran y llora con las que lloran
Maternidad: Alégrate con las que se alegran y llora con las que lloran

Maternidad: Alégrate con las que se alegran y llora con las que lloran

Por Keyla Rodríguez

Al momento de hacer este escrito llevo 8 años de casada y soy mamá de una hermosa niña. Fue por voluntad de Dios que me convertí en madre cuando tenía 25 años de edad. Sí, por voluntad de Dios, porque mi alma sabe muy bien que Él es el dador de esta buena dádiva. Mi hija, Mikaela, es una oración contestada.

Un tiempo para estar alegre

Aún recuerdo el momento cuando supe que estaba embaraza, ¡mi corazón salto de alegría! El momento por el cual estaba esperando había llegado. Finalmente, apareció el resultado positivo en la prueba de embarazo casera, y horas después, el resultado de una prueba de laboratorio lo confirmó, ¡estaba embarazada! Y no podía esperar para compartir la noticia con familiares y amigos. No podía esperar para que se alegraran conmigo –especialmente mis hermanos y hermanas en la fe. ¡Y así fue! Muchos se alegraron conmigo en aquel dulce momento.

Y es que la buena dádiva de la maternidad es motivo de celebración y alegría. No importa si eres tú o si soy yo la receptora de este maravilloso regalo, debemos alegrarnos por las buenas dádivas de Dios para aquellos que nos rodean.

Un tiempo para estar triste

Pero lo cierto es que, en esta vida bajo el sol, de la misma manera que tenemos momentos de alegrías, también tenemos momentos de tristeza (Eclesiastés 3:4). Y yo no soy la excepción.

Luego de haber dado a luz a mi hija Mikaela tuve muchos problemas de salud. Sinceramente, no fue como lo esperaba. No tuve una recuperación rápida después del parto y no tuve éxito en la lactancia. Toda esta situación trajo una dolorosa tristeza a mi corazón y fueron muchas las ocasiones en las que no pude contener el llanto. Hoy le llamo a ese tiempo mi desierto de maternidad.

Sin embargo, ese desierto sirvió como un propulsor para mi crecimiento espiritual. Como dijo J.C. Ryle: “No hay lección tan útil como aquellas que aprendió en la escuela de la aflicción.”

Lecciones que se aprenden en la escuela de la aflicción

Aprendí que más que anhelar una buena dádiva… debo anhelar al dador de ella (Santiago 1:17). Que la maternidad no es mayor que Aquel que la creó. Romanos 11:36 (NVI) dice: “Porque todas las cosas proceden de él,y existen por él y para él”. Aprendí que mi alma solo puede hallar satisfacción en Cristo porque fui hecha completa en Él.

Mi desierto de maternidad me ayudó a ser más sensible y compasiva con otras mujeres. Con aquellas mujeres que sufren la maternidad. Con aquellas que esperan con ansias el resultado positivo de una prueba de embarazo que aún no llega. Con aquellas que pierden a su bebé en el camino. Con aquellas, que como yo, pueden sentir su corazón revolverse ante la constante pregunta de cuando se va a tener “el segundo bebé”.

Aprendí cuan importante y gratificante es tener un corazón expectante ante la fidelidad y bondad de Dios para los Suyos. Y me di cuenta de cuan necesario es para las mujeres vivir evangelio en comunidad junto a otras mujeres.

Pudiera compartir muchas otras cosas que aprendí de mi desierto de maternidad, pero creo que las puedo incluir todas en lo siguiente: (1) Amar al Señor sobre todas las cosas (Mateo 22:37-38), (2) Amar a mi prójimo como a mi misma (Mateo 22:39), y (3) Hacer con otros como quiero que hagan conmigo (Mateo 7:12).

La maternidad trae consigo alegrías y tristezas. Pero si estamos en Cristo tanto las alegrías como las tristezas nos ayudarán a bien (Romanos 8:28).

Una respuesta para Su gloria

Si hoy la maternidad ha traído alegría a tu vida, quiero decirte que he estado ahí, y comparto contigo tan dulce alegría. Pero amada, no olvides a aquellas que hoy lloran. El enemigo de nuestras almas desea que seas indiferente al dolor de los demás, pero el evangelio de Cristo nos llama a vivir en comunidad.

Si hoy la maternidad ha traído a tu vida llanto y a tú corazón aflicción, quiero decirte que también he estado ahí, y comparto contigo el dolor. Pero no permitas que la tristeza impida que te unas a la alegría de otras. Las mentiras del enemigo te harán pensar que otras están viviendo la maternidad de tus sueños. Amada, ¡no caigas en la trampa! No permitas que los celos te amarguen. No peques contra Aquel que es bueno contigo. No peques contra aquella que es tu prójimo.

Cualquiera que sea la situación en la que estés hoy te invito a mirarla a luz de la Escritura. Filipenses 2:3-5, NVI dice:No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás. La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús…”

Vivir el evangelio en comunidad le hace bien a nuestra alma

Hermana, vivir el evangelio en comunidad le hace bien a nuestra alma y nos ayuda a avanzar en la fe. Cuando vivimos el evangelio en comunidad podemos ser obedientes a la Escritura que dice: Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran.” (Romanos 12:15, NVI). Por lo que te invito a que tristes o alegres, vivamos el evangelio en comunidad. ¡Para Su gloria y nuestro gozo! ¡Así sea!