Nuera eres, suegra serás, lo que siembres cosecharás
Nuera eres, suegra serás, lo que siembres cosecharás

Nuera eres, suegra serás, lo que siembres cosecharás

Por Elena Maldonado

Relación nuera y suegra, ¿cómo la describes? ¿Qué sentimientos te provoca al decirlo? ¿Es una relación que te interesa nutrir, cultivar, y experimentar más de cerca? o ¿prefieres mantener una relación cordial, neutral y de aprecio, pero lo más lejos posible? Lo sé, respira profundo, exhala, alaba a Cristo y sigue leyendo.

Haciendo una búsqueda en la internet, pude notar que la relación nuera y suegra ha inspirado un sinnúmero de chistes. Las pobres suegras en la mayoría de ellos se llevan la peor parte ya que terminan matándolas, regalándolas o siendo comparadas hasta con el mismo diablo. Relatos de la vida real de conflictos entre nueras y suegras parecen extractos de un libreto de una telenovela. Por una parte, la nuera reclama sus derechos como esposa, mientras que la suegra por otro lado se siente en la necesidad de hacer valer los derechos de su hijo o su opinión.

¿Fuerte verdad? La relación nuera y suegra está tan sacada de contexto en nuestra sociedad que, si nos dejamos llevar, corremos el riesgo de creer la mentira de que esto es algo natural en las relaciones familiares y que los conflictos son hasta cierto punto necesarios para cultivar una sana convivencia familiar. Es justo señalar que no todas las relaciones entre nueras y suegras son conflictivas. Hay nueras y suegras que gozan de una excelente relación. Son un ejemplo de que sí se puede. Si eres una de estas mujeres, te felicito con un “high five” y te exhorto a que continúes nutriendo esa relación considerando bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio (Filipenses 4:8, NVI).

Si hoy te encuentras en animosidad con tu nuera o tu suegra, quiero decirte que Dios no está puesto para el drama. Él quiere proveer restauración y dar punto final al conflicto que tienes con tu nuera o con tu suegra. Su deseo es que vivas tu llamamiento, seas suegra, nuera o ambas, de una manera digna, como lo dice la Escritura. Siempre humilde, amable, paciente y tolerante en amor. Con solicitud esforzándote por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz (ver Efesios 4:1b, 2-3, NVI).

Conflicto: Un problema del corazón  

Cuando hay conflicto, hay ausencia de paz. Persistir en orbitar alrededor del mismo solo demuestra lo lejos que está nuestro corazón de Dios. Como está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí (Mateo 15:8, NVI). Queda manifiesto que Su palabra no gobierna nuestra vida ni el dominio propio que nos caracteriza como suyas. Más bien le estamos permitiendo a nuestro depravado corazón tomar el control de nuestras palabras y acciones.  Jesús declara en Mateo 15: 18-19 (NVI), que lo que sale de la boca viene del corazón y contamina a la persona. porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios y las calumnias.

Amada, en toda relación que Dios nos permita tener, debemos procurar con diligencia apartarnos del mal, hacer el bien, buscar la paz y seguirla, y si es posible, y en cuanto dependa de nosotras, vivir en paz con todos (ver Salmos 34:14, NVI, Romanos 12:18, NVI).

Pregúntate ¿qué está produciendo este conflicto en tu corazón? Y si en algún momento te has dicho, “yo soy buena, la del problema es ella”, quiero recordarte que el que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda en el corazón habla la boca (Lucas 6:45, NVI).

 El conflicto tiene cura en Cristo

Cristo no sólo perdona nuestras iniquidades y sana nuestras dolencias (ver Salmos 103:3, NVI). Nos ha mostrado Su gran amor al no tratarnos conforme a nuestros pecados ni pagarnos según nuestras maldades (ver Salmos 103:10, NVI). Cristo, nuestro Consejero y Príncipe de Paz quiere relacionarse con nosotras.

Nos extiende la invitación a que escudriñemos y expongamos sin temor nuestro corazón a la luz de Su verdad con reverencia y disposición a ser cambiadas por Él. Solo con Su ayuda podremos abandonar toda amargura, ira, enojo, gritos, calumnias, y toda forma de malicia. Y así dar paso, a ser bondadosas y compasivas unas con otras, y perdonarnos mutuamente, así como Dios nos perdonó a nosotras en Cristo (ver Efesios 4:31-32, NVI).

Dios no desprecia al corazón quebrantado y arrepentido (Salmos 51:17, NVI). Él se conmueve y deleita al ver a sus hijas listas para responder en obediencia a Su palabra con un corazón correcto que busca glorificar Su nombre. Este es el primer paso hacia la restauración y transformación en nuestras vidas y relaciones. Como bien escribió Jen Wilkin, “Un déficit en nuestro amor al prójimo siempre apunta a un déficit en nuestro amor a Dios. Primero debemos enfocarnos en amar a Dios correctamente. Restaurar la relación vertical es el primer paso para corregir la relación horizontal”.

Un testimonio de restauración  

Les confieso que mi corazón hacia mi suegra no estuvo correcto por muchos años. Todo fue diferente cuando la palabra de Dios tomó lugar en mi vida y aceptara la invitación de Dios a ir al quirófano (su trono) para una cirugía de corazón expuesto. Dios me mostró mi condición y me dirigió a arrepentirme de mi pecado.

Dios también hizo cirugía en mis ojos. Me ayudó a sacarme la viga enorme que tenía en ellos, para entonces, en amor, junto a mi suegra, poder identificar lo que no estaba bien y así comenzar a cultivar una relación donde el fruto del Espíritu fuera evidente en amor, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio (ver Gálatas 5:22-23, NVI). Todavía nos falta camino, pero ahí vamos, paso a paso hacia la meta sin detenernos con los ojos puestos en Jesús.

Antes de escribir este artículo, dialogué con mi suegra y le compartí lo que ahora lees. En la conversación examinamos nuestros corazones para asegurarnos que cada palabra escrita aquí fuese respaldada no por lo que se dice sino por lo que se vive. Fue una plática tan edificante donde reconocimos hasta donde el Señor nos ha traído desde que intencionalmente decidimos amarnos más y criticarnos menos. Recalcamos la importancia de ver a la persona, sus virtudes e intenciones y no enfocarnos tanto en los defectos.

Trajimos a memoria la dicha de perdonar con inmediatez y la libertad que trae consigo un abrazo para no darle lugar a Satanás en nuestra relación familiar. Me recordó el Señor que yo soy la respuesta a sus oraciones. La mujer que por la gracia de Dios le fue provista a su hijo para que lo amara bien y fuera su ayuda. Soy la mujer a quien él decidió amar, hacer su esposa y pasar el resto de sus días a su lado.

Mira a Cristo y ama, aunque sea difícil ¡vale la pena! 

  • ¿Te ha dado el Señor la tarea de amar a una suegra o nuera difícil? ¡Vale la pena! Que el Dios qué infunde aliento y perseverancia nos conceda vivir juntos en armonía, conforme al ejemplo de Cristo Jesús (Romanos 15:5, NVI).
  • Vale la pena orar por tu corazón y pedirle a Dios ayuda para amar como Él ama: Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto (Colosenses 3:12-14, NVI)
  • Vale la pena orar por tu nuera o tu suegra y pedirle al Señor que trabaje en su corazón mientras hace Su obra en el tuyo. Esto es lo que pido en oración: que el amor de ustedes abunde cada vez más en conocimiento y en buen juicio, para que disciernan lo que es mejor, y sean puros e irreprochables para el día de Cristo, llenos del fruto de justicia que se produce por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios (Filipenses 1:9-11, NVI)
  • Vale la pena no cansarse de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos (Gálatas 6:9, NVI).
  • Vale la pena no ser vencido de lo malo, sino vencer con el bien el mal (Romanos 12:21, RV1960).
  • Vale la pena amarse los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente (Romanos 12:10, NVI).
  • Más vale ser paciente que valiente, más vale dominarse a sí mismo que conquistar ciudades (Proverbios 16:32, NVI).